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Financiación pública del teatro y libertad escénica: ¿necesidad o contradicción? Alguien pagará – Las artes escénicas y la política
Texto: Álvaro Vicente
Vídeos: Javier de Pascual
Introducción
Lo personal es político
Acabamos de dejar atrás un intenso periodo electoral tras las elecciones generales del 28 de abril y las del súper domingo 26 de mayo, en las que se han elegido los representantes para las corporaciones municipales, autonómicas y europeas. En España, tanto el periodo pre-electoral como el post-electoral, suponen, entre otras cosas, bloqueos administrativos e incertidumbre, sobre todo en ámbitos culturales. Estamos demasiado acostumbrados a que un cambio de gobierno dé al traste con las esperanzas y esfuerzos de muchas personas involucradas en procesos de toda índole, desde los legislativos a los propiamente creativos. Así pues, podría pasar que unos nuevos responsables de la política cultural del Ayuntamiento de Madrid decidan cambiar la dirección artística de Naves Matadero y que mi residencia no pueda culminarse como estaba prevista.
Las artes escénicas en cifras
Las artes escénicas en cifras ISu “plantilla”
Hay unos 687.000 puestos de trabajo vinculados a la cultura, un 3,6 por ciento de la población (417.000 hombres y 270.000 mujeres, en cifras redondeadas), de los que 73.200 son “artistas creativos e interpretativos” (en este apartado se reparten más o menos al 50 por ciento entre hombres y mujeres). España es el octavo país de la Unión Europea en porcentaje de personas que trabajan en cultura, por detrás de Suecia (4,8%), Reino Unido (4,7%), Países Bajos (4,5%), Bélgica (4,3%), Alemania (4%), República Checa (3,9%) e Italia (3,6%), y por delante de Francia (3,5%) y Polonia (3,5%). De las 159.800 personas que trabajan en lo que el citado Anuario estadístico llama “actividades de diseño, creación, traducción, artísticas y de espectáculos”, el 59,4 por ciento son no asalariados, el 26,9 por ciento tienen un contrato indefinido y el 13,8 por ciento tienen un contrato temporal. El coste salarial bruto por trabajador y año en esas actividades fue, en 2017, de 29.256 €, la cifra más alta desde 2013.
En el curso 2017/18 se matricularon 400.000 estudiantes en Enseñanzas Artísticas de Régimen Especial (enseñanzas oficiales), la mayoría en música (82,5%), un 9,4 por ciento en danza y un 0,6 por ciento en arte dramático, porcentaje este último que apenas varía desde 2002. Sería engañoso quedarnos con este dato para calibrar la cantidad de gente que estudia arte dramático. No existen datos concretos, pero solo en Madrid se cuentan por cientos –si no por miles– los estudiantes de teatro en escuelas privadas, que proliferaron de forma abrumadora en la primera década de este siglo. Por completar el panorama educativo, en el pasado curso se matricularon 34.000 personas en bachillerato de artes, 27.200 en formación profesional vinculada a la cultura y 190.500 en estudios universitarios también vinculados a la cultura.
Las artes escénicas en cifras IIGasto público y espectadores
Siguiendo con lo invertido en cultura por las administraciones públicas, las autonomías gastaron, en el ejercicio de 2016, 1.054 millones de euros, cifra que en 2008 era prácticamente el doble, lo que da una idea de lo que supuso la crisis en recortes para los presupuestos de cultura. Para las artes escénicas fueron, concretamente, 251 millones de euros. Teatros autonómicos son, por ejemplo, los Teatros del Canal de Madrid, con 3.700.000 euros de presupuesto para la presente temporada, o el Teatro Central de Sevilla, con casi un millón.
Pero los mayores garantes, al menos económicamente, de la actividad escénica en España son, de largo, los ayuntamientos, que gastaron 3.083 millones de euros en 2016, un 25 por ciento menos que en 2010, eso sí. No en vano, son las corporaciones municipales las titulares de la mayoría de los espacios escénicos diseminados por España. Casi todas las ciudades de más de 30.000 habitantes tienen un teatro municipal. El Ayuntamiento de Madrid, por ser capital y centro neurálgico de la producción y exhibición escénica, cuenta para las artes escénicas con el Teatro Español, el Teatro Circo Price, el Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, Naves Matadero Centro Internacional de Artes Vivas y el Centro Cultural Conde Duque, además de la red de centros culturales de distrito. Pronto se sumará un nuevo espacio, el Centro Cultural Daoiz y Velarde (previsiblemente durante 2020).
Cerramos el capítulo cuantitativo con algunas cifras globales. Según el último Anuario de la SGAE, publicado en 2018 con datos del año anterior, los espectáculos escénicos recibieron en España unos 13 millones de espectadores (viene siendo así, más o menos, desde 2012), con un total de 232 millones de euros recaudados. La actividad cultural aportó el 3,3 por ciento del PIB en 2016 (con las actividades económicas vinculadas con la propiedad intelectual incluidas). De ese PIB cultural, el 9,4 por ciento procede directamente de las artes escénicas, unos 2.600 millones de euros
Marco político y legal
Modelos de referencia en Europa
¿El Reino Unido como referente?
Sammy Metcalfe es el 50 por ciento de la compañía vasco-inglesa Sleepwalk Collective, que lleva una década trabajando en creación escénica contemporánea entre España y el Reino Unido (son los promotores del Festival Intacto de Vitoria, que este año no va a celebrar su novena edición precisamente por la falta de apoyos públicos). Sammy nos cuenta que, frente a lo que ocurre aquí, “en Inglaterra las instituciones culturales están mucho menos politizadas, las organizaciones que dan dinero público a proyectos artísticos son absolutamente independientes de las estructuras políticas, y no pasa como en España, que cuando cambia el gobierno, todo cambia en la política cultural”.
Para Cesc Casadesús, ex director artístico del Mercat de les Flors de Barcelona y actual director del Festival GREC, cita veraniega ineludible con las artes escénicas en la capital catalana, “habría cosas a imitar del modelo inglés, como la transparencia o el diseño de los concursos públicos, pero es complicado porque allí, al contrario de lo que sucede aquí o en Francia, el sector privado tiene gran fuerza y el sector público no condiciona en general lo que pasa en las artes escénicas”.
La dramaturga, directora escénica y periodista Pilar G. Almansa ha vivido y trabajado en Londres, con lo que conoce de primera mano la situación: “como cultura, como país, el Reino Unido tiene muy claro cuál es la función de la cultura: la generación de comunidad y de comunidades afines, no solo la suya, también la de los países de alrededor, por lo que los mecanismos son mucho más fáciles para el artista. De todas formas, invitaría a reflexionar sobre lo siguiente: la edad media de los espectadores de artes escénicas, tanto en España como en otros países, es de 55 años. Hay que pasar por encima de las políticas de cada uno de los países, porque la educación en el Reino Unido, en España, en Suecia y en Irán es muy distinta y, sin embargo, la edad media del espectador es una constante”.
Otros referentes como Italia, Bélgica o Portugal
En el extremo contrario está Portugal, donde la escena fue abandonada a su suerte por el Estado cuando la última crisis sacudió el país, quizás más duramente que en otros países de nuestro entorno. Pero hoy en día, la escena portuguesa está al nivel de la belga, de la francesa, de la alemana y de la inglesa. Y lo ha conseguido a través de la creación contemporánea, no de los clásicos. Al respecto, esto es lo que nos cuenta el coreógrafo y director escénico portugués Rui Horta: “en Portugal tenemos un modelo independiente muy sólido, muy potente, pero muy maltratado por el Estado. Con la crisis nos volvimos muy resilientes y nos hemos ayudado mucho unos a otros. Nunca hemos dejado de hacer experimentación. Hay una danza portuguesa muy viva y gente tan experimental como Tiago Rodrigues dirige ahora, con 38 años, el Teatro Nacional de Lisboa. Y luego, como somos pobres, somos muy solidarios, por ejemplo ahora ayudamos mucho a los griegos, porque al lado de ellos somos ricos”.
El contexto nacional
Decisiones valientes que pueden cambiar las cosas
La razón de ese retorno tiene también que ver con una decisión política, aunque sea de forma indirecta. La llegada de Jaime de los Santos a la responsabilidad cultural del gobierno de la Comunidad de Madrid supuso un cambio radical en la gestión de los Teatros del Canal, al frente de los cuales se puso a la dupla Àlex Rigola y Natalia Álvarez-Simó. Rigola dejó el cargo, también por motivos políticos relacionados con la gestión policial del 1-O en Catalunya, y Álvarez-Simó quedó en solitario al frente del buque insignia de la cultura madrileña. “En lo público los objetivos deben cambiar –nos dice la directora de los Teatros del Canal– para garantizar el derecho a la cultura, para dar libertad de elección y capacidad crítica a los espectadores. La misión es otra, no puede ser recaudar dinero en taquilla. Esa es la verdadera libertad, no tener que responder exclusivamente a una evaluación cuantitativa. Pero para ejercer esa libertad tienes que tener un presupuesto decente. Si tengo libertad y tengo presupuesto, eso mismo se lo puedo dar a los artistas, permitiendo que ellos sean libres para investigar, crear y desarrollarse. Ni la institución ni los artistas tenemos que lanzar discursos, sino hacer preguntas, cuestionarnos sobre las problemáticas de la sociedad actual, estar en contacto con el momento que vivimos. La creación contemporánea lo es porque reflexiona sobre la sociedad contemporánea, como lo hace un museo o como lo hacen determinados directores de cine”.
Sí, pero no
Al final, como dice Paz Santa Cecilia, son las personas las que logran que funcionen las cosas, no las instituciones, aunque no nos queda más remedio que trabajar con ellas en un eterno sí, pero no. Sí, los Teatros del Canal han puesto a Madrid en el mapa de nuevo, pero ¿qué pasará si cambian los responsables de cultura y, con ellos, la actual dirección del centro, que llegó a través de designación directa? Sí, el Ayuntamiento de Madrid ha estado ayudando, pero parece que no era suficiente y el sentir general es que el saliente equipo de gobierno deja una herencia discutible en política cultural, a pesar de que, por ejemplo, dejan constituido un Consejo de Cultura, una medida -¡por fin!- a largo plazo que establece “un espacio reglado para el municipio, gobierne quien gobierne, para que el sector cultural en sus distintas disciplinas y ámbitos tenga un canal de comunicación abierto permanentemente con la institución para dialogar juntos sobre el tejido cultural”, según Getsemaní de San Marcos, durante los últimos años directora de Programas Culturales del consistorio madrileño.
Sí, el INAEM ha puesto en marcha su propia renovación, porque es un organismo lento como un elefante (no lo digo yo, lo dice su propia directora, Amaya de Miguel), quiere impulsar las giras de lo que se produce en Madrid, pero se topa con los convenios laborales. Y se renueva el programa Platea, pero quién sabe si esto obedece a lo que denunciaba el decano del periodismo teatral, Carlos Gil, no hace mucho: “el oligopolio de la producción no quiere que nada se mueva” y “en la inmensa mayoría de los teatros de las redes existentes en el Estado español, la uniformidad de la programación es sospechosa”. Y está prevista la creación de un espacio propio para la danza en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid y Adif en los terrenos de Delicias, junto al Museo del Ferrocarril, pero ¿cuánto tendremos que esperar para verlo? ¿Qué pasará, de nuevo, si cambia el gobierno o si, como sucedió hace tres años, los partidos no llegan a acuerdos y se han de repetir las elecciones, dejando bloqueado todo otro año más?
La responsabilidad de los creadores
Sí, se nos llena la boca de cultura, de teatro, a los que nos dedicamos a esto, pero “deberíamos hacer un autoexamen –dice la dramaturga y directora Lola Blasco– y ver en qué fallamos y por qué no somos capaces de llegar a más gente, porque no llegamos. Ha habido cierta actitud, si me lo permites, progre, que ha tachado de ignorante a gran parte de la población, que a su vez nos ha tachado de elitistas y nos ha dado la espalda”.
Sí, y yo participo en mi primera residencia artística en las Naves Matadero, que desde que llegó su actual director, Mateo Feijóo –con su ración de polémica y la reacción contraria de parte del sector escénico madrileño- ha impulsado otra forma de gestionar un espacio público de creación, muy en sintonía con las comunidades de su entorno y con la integración social como uno de sus objetivos principales. Sí, pero de nuevo le faltan medios y le sobra burocracia. Y yo habré ido cada mañana a trabajar allí seis horas con la mochila cargada de libros y entusiasmo, aunque por las 10 semanas de residencia, repartidas en tres periodos, ganaré unos 1.500 euros netos. Está todo bien. Lo hago porque quiero y es una suerte, nada que objetarle a nadie. Aunque ya lo dice Remedios Zafra: “la precariedad forma parte singular de la cultura de hoy, la atraviesa y la caracteriza, la define”. La precariedad es el enemigo. La educación, nuestra esperanza. Las artes escénicas nos vienen bien como especie. Por eso siguen ahí, 2.500 años después, enfermas de futuro.
Créditos
Autores
Videos: Javier de Pascual, escritor, director de escena, realizador, emprendedor. Productor ejecutivo y responsable creativo de MundiArtistas, compañía de teatro familiar con 10 años de trayectoria.
Redacción final: Johannes von Stritzky, redactor web del Goethe-Institut Madrid.